Signo de proteccón y amparo, que su sombra nos cobije siempre, que su luz nos guíe y nos acoja

domingo, 14 de agosto de 2011

Entre el cielo y la tierra


Somos hijos del cielo y de la tierra, en más de un sentido, no lo dudéis.

Esto implica muchas cosas. La primera y fundamental , aunque a veces no evidente, es que hemos de mantener un equilibrio entre ambas: ni vivir pegados a la tierra sin levantar la vista, ni vivir entre nubes pensando que va a ocurrir un fantástico cambio de conciencia que nos lo va a solucionar todo.

Ora et labora, dicho monacal que lleva toda la razón, Eleva tus plegarias a los dioses, a tu yo interno o a la virgen de los remedios, tanto da; pero a la vez trabaja en lo cotidiano, mejora tu vida y la de los demás de las formas en que esté a tu alcance.

La revolución será feminista o no será; pero también la revolución será espiritual o no será. Aunque una cosa está clara: hay viejas religiones que ya no nos sirven , que se han quedado a años luz de este siglo, que no se pueden conciliar con un mundo igualitario, un mundo nuevo que augura un prodigioso amanecer.

Entre cielo y tierra, manteniendo el equilibrio de los opuestos, entre cielo y tierra, jugando con esas dos energías, que son algo más real de lo que a veces creemos, que son algo hasta físico, y ahí es donde quiero llegar después de este rodeo casi filosófico.

Los antiguos estaban convencidos de que la tierra emana energías desde su centro, que estas se elevan verticalmente formando haces. Ellos la denominaban venas, ojos o aliento de dragón; en determinados puntos por donde estas energías se elevaban hasta la corteza terrestre se ubicaban los lugares sagrados, los puntos de poder.

La ciencia moderna ha estudiado y clasificado estas energías, denominándolas energías telúricas , redes geobiológicas y líneas Hartmann, entre otras. También podemos englobar en este grupo de fuerzas al magnetismo terrestre, de origen desconocido para la ciencia, pero de comprobada existencia.

Los animales son especialmente sensibles a estas líneas de energía telúrica, particularmente a las zonas en las que se producen los cruces de la red Hartmann. Según un estudio del apicultor Orlando Valega, " Por lo general, no gustan de estos lugares: vacas, caballos y perros. Tampoco gustan de ellas las aves de corral y los pájaros. Gustan de estas radiaciones : los gatos, las ratas, hormigas, abejas y avispas, arañas, serpientes, mosquitos y cucarachas". Este apicultor ha estudiado el comportamiento y las reacciones de las abejas ante estos lugares durante muchos años, y concluye que las abejas prefieren lugares " fuertemente impregnados, como las venas del Dragón ".


Asimismo, no es menos cierta la existencia de un flujo de energía que desde el cielo llega hasta la tierra. Por ejemplo los fotones y rayos cósmicos.

En la cosmología taoísta, la creación se produce por la conjunción de la energía celeste (Yang) y la terrestre (Ying); surge de la unión de ambas el estado de armonía que genera la energía creativa; ambas polaridades son necesarias.

Volviendo a la parte física de estas energías, parece ser que hay terrenos más permeables a las energías cósmicas que otros, lugares determinados donde ambas energías se entremezclan creando una fuerza nueva que participa de las dos que la generan pero que no es ninguna de las dos, ni una simple suma de ambas. Este hecho da lugar a sitios "especiales", mágicos si queréis, sitios concretos donde quizá nos sentimos diferentes, nos sentimos más..... nosotros mismos, como si hubiéramos estado mirando con unos lentes sucios y de pronto se hubieran limpiado.

Estos lugares pueden hacer que nuestra alma se transmute si estamos preparados para ello, si el tiempo es el correcto y confluye con el espacio.Todas las religiones y cultos han reconocido estos lugares y los han venerado, han edificado en ellos sus santuarios y han encaminado sus pasos hasta allí, en peregrinaciones o romerías; sí, el culto cristiano también. Han usurpado esos lugares que no podían eliminar, pero conscientes de que lo que representaban lo seguían representando, de que lo fundamental quedaba a salvo; poco importaba que un santuario de la Diosa se trasformase en la ermita de un santo cualquiera, poco importaba si, además, la fiesta de ese santo coincidía en el calendario con el del culto de esa Diosa particular.

Porque lo importante es el lugar (energía telúrica) y el día (el más adecuado para la energía cósmica sobre ese punto). Y pienso además que el cristianismo señaló de forma particular esos lugares especiales; sorprende cuantas imágenes de vírgenes aparecieron en el medievo en troncos de encinas, cuevas sagradas, pozos mágicos o fuentes milagrosas.... y siempre era una imagen de la virgen (La Señora de los mil nombres). Pensemos en una de sus representaciones : coronada de estrellas, con la luna a sus pies y la serpiente mordiendo su talón. Las estrellas sin duda son la energía cósmica, y la luna representa lo femenino, la tierra; pero para que no quede duda se añade el símbolo más representativo de la energía telúrica; la serpiente que muerde su talón.

Así queda claramente representado, mediante una pía imagen la fusión de estas dos energías, marcado para los que conocen el lugar prodigioso al que debemos acudir. Ya sabemos dónde, solo hemos de mirar el calendario para saber cuando.




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