Todos hemos leído en la Biblia, o conocemos
de oídas, la historia de Moisés, el gran líder de los hebreos. La
historia cuenta cómo el pueblo, cautivo en Egipto, había crecido
sobremanera; el faraón, preocupado, quiso poner freno a esta
superpoblación y ordenó matar a todo niño judío que naciera. Sólo
a los varones. Eso cuenta la Biblia, poco más que una leyenda desde
mi punto de vista.
Nació pues Moisés, y la madre,
desesperada, lo introdujo en una cesta de mimbre, sellándola con pez
y abandonándola en el Nilo a merced de las aguas; quiso la fortuna
que la hija del faraón la encontrase y rescatase al niño, criándolo
como propio. Por nombre le puso Moisés, que en hebreo significa
“salvado de las aguas”
Como veréis, un bonito cuento, pero poco
original.
Los hechos ocurrieron sobre el 1.300 A. E.
Y a continuación, una tablilla del 2.500 A.E.:
“Sargón, el poderoso rey, el rey de Agade, soy yo. Mi madre fue
una vestal; a mi padre no lo conocí, pero el hermano de mi madre
habitaba en las montañas. En mi ciudad, Azupirani, situada a orillas
del Eúfrates, me concibió en su vientre mi madre, la vestal. Me dio
a luz en secreto; me colocó en una caja de juncos, cerrando mi
puerta con pez negra y descendiéndome al río, que no me ahogó. La
corriente me llevó hacia Akki, el aguatero, Akki, el aguatero, con
la bondad de su corazón, me levantó de las aguas. Akki, el
aguatero, como hijo propio me crió. Akki, el aguatero, me confió el
cuidado de su jardín. Trabajando como jardinero, Ishtar se enamoró
de mí; llegué a ser rey y durante cuarenta y cinco años ejercí mi
reinado”.
Bien, la primera conclusión es que los
hebreos no eran nada originales inventando el pasado de sus líderes.
¿O sí?.
Según la obra de Otto Rank publicada en
1909, El mito del nacimiento del héroe, hay un esquema que se repite
casi sin cambios a lo largo de la historia en la leyenda de la vida
de los héroes o reyes de multitud de pueblos. Especialmente las
historias de nacimiento y juventud de estos personajes fueron
adornadas con rasgos fantásticos Resumo el esquema:
*Es hijo de ilustrísimos padres, reyes o
dioses.
*Su concepción
es precedida por dificultades de diversa índole, o nace en secreto.
*En muchos casos, hay una profecía, sueño premonitorio o anuncio
divino antes del nacimiento. Esto representa una amenaza o peligro
para el padre.
*Por varias causas el recién nacido es
abandonado u ocultado.
*Es salvado por gente humilde y amamantado
por una mujer de baja alcurnia, o por un animal.
*Ya adulto, reencuentra a sus nobles padres
y su grandeza es reconocida.
Si comparamos este
esquema con la historia de Moises, veremos que ocurre justo al revés,
así que debía de haber un buen motivo para ello. Al contrario que
otros héroes nacionales, Moisés nace pobre pero se cría en muy
alta cuna. Según la Biblia, Moisés nace en el seno de una familia
hebrea, que lo deposita en el río; la hija del faraón encuentra la
cesta y llama al niño Moisés, que significa “sacado de las
aguas”.
¿Qué razón podía tener una egipcia para
llamar al niño con un nombre hebreo? Ciertamente, no es el nombre
más adecuado para criar a un niño como si fuera un príncipe
egipcio.
¿Y si el nombre no fuera realmente hebreo
sino egipcio? ¿Será posible encontrar alguna prueba de tal hecho?
Según J.H. Breasted en su libro History of Egypt “Es notable que
su nombre, Moisés, sea egipcio. No es sino el término egipcio
“mose” (que significa niño) y representa una abreviación de
nombres más complejos, como por ejemplo “Amen-mose”, es decir
“niño de Amon, o “Phat-mose”, “niño de Phat”, nombres
que a su vez son abreviaturas de apelativos más largos: “Amon (ha
dado un) niño”, o Phat (ha dado un) niño”. El nombre abreviado
“Niño” se convirtió pronto en un sustituto cómodo para el
complicado nombre completo, de modo que la fórmula nominal Mose se
encuentra con cierta frecuencia en los monumentos egipcios”
Y según Freud, refiriéndose a J.H.
Breasted: “ Además, me asombra un tanto que Breasted haya omitido
en su enumeración precisamente los nombres teofóricos similares que
se encuentran en la lista de los reyes egipcios, como por ejemplo,
Ah-mose, Tut-mose (Totmés) y Ra-mose (Ramsés)”.
Ahora bien: cabría esperar que el portador
de un nombre egipcio fuese a su vez egipcio; aunque quizá pareciera
demasiado monstruosa la idea de que tal líder fuese otra cosa que un
hebreo.
De momento creo que podemos afirmar que:
*1- Moisés nació en Egipto.
*2- Su nombre es egipcio.
Pero estas dos
afirmaciones no lo hacen ser de raza
egipcia, aún...
Según Eduard Meyer, la leyenda tuvo
originalmente otra versión: El faraón habría sido advertido por
un sueño profético de que un hijo de su hija le depararía
peligros, a él y a su reino. Por eso hace abandonar al niño en el
Nilo, que es salvado por los judíos que lo crían como propio. A
causa de “motivos nacionales”, como dice Rank, la leyenda habría
sido elaborada hasta adoptar la forma que conocemos.
Yo creo que Moisés se crió como un
príncipe egipcio, porque realmente eso es lo que era.
La leyenda debió
surgir entre el pueblo judío, es evidente, pues los egipcios no
tenían ningún motivo para ensalzar a Moisés. Y todo el pueblo
hebreo necesitaba
transformar a su libertador en judío.
Pero si
Moisés era egipcio ¿cómo pudo
convertirse en el líder de una horda de seres culturalmente
inferiores? ; lo lógico es que hubieran buscado un caudillo dentro
de sus propias filas. Y Moisés no fue un líder político solamente,
sino también su legislador y educador, que les impuso además el
culto a una nueva religión, llamada aún hoy mosaica en mérito a su
creador.
Si alguien pretende dar a un pueblo una
nueva religión, lo lógico es que sea la suya; pero vemos que hay un
tremendo antagonismo entre la religión atribuida a Moisés y la
egipcia: un monoteísmo estricto frente a un politeísmo ilimitado.
Pero no desesperemos, viajemos cien años
atrás en el tiempo, aunque según otros autores, serían ochenta, o
menos...
Un hecho extraño en la historia de la
religión egipcia nos abre una posibilidad de que la religión que
Moisés dio a los hebreos fuese realmente una religión egipcia,
aunque no la religión egipcia.
En el año 1.375 A.E. subió al trono de
Egipto el faraón Amenotep IV; más tarde, cambió su nombre por el
de Akenaton. Se propuso imponer a los egipcios una nueva religión,
una religión contraria a todas sus tradiciones milenarias: se
trataba de un estricto monoteísmo, la primera tentativa documentada
de tal cosa en la historia de la humanidad. Su reinado duró apenas
17 años, y después de su muerte en 1.358 A. E., la nueva religión
fue proscrita.
Pero... todo lo nuevo debe tener
antecedentes y condiciones previas. En la escuela sacerdotal del
templo solar de On (Heliópolis) se agitaban desde hacía tiempo
ciertas tendencias dirigidas a desarrollar la representación de un
dios universal. Durante el reinado del padre de Akenaton, la
adoración del dios solar alcanzó un gran apogeo, en oposición a
Amon, dios de Tebas.
Egipto se había convertido en esta época
en una potencia militar; había conquistado Nubia y Siria, algunas
consortes reales eran princesas asiáticas; todo ello contribuía a
que, sobre la vieja tierra de Egipto soplaran nuevos aires que traían
ideas diferentes. Nuestro faraón tomó los elementos ya existentes y
proclamó a Aton como dios único, sin una imagen antropomorfa, sino
representado únicamente como metáfora por el disco solar.
Bueno, es hora de lanzarse a la piscina: si
Moisés transmitió al pueblo hebreo una religión egipcia que debía
ser la suya, ésta era sin duda la de nuestro faraón hereje: un
rígido monoteísmo que no admite a ningún otro dios, no habla en
absoluto de la vida después de la muerte y no representa de forma
antropomorfa a su dios.
Pero busquemos algo más. La profesión de
fe judía dice así: Shema Jiroel Adonai Elohenu Adonai Ejod (Oye
Israel, nuestro dios Adonai es un dios único).
Si la similitud de la
palabra hebrea Adonai y el nombre del dios sirio Adonis no es pura
casualidad, sino producto de un vínculo arcaico, si los emparentamos
con el nombre Aton o Atum, tenemos un interesante rompecabezas.
Copio literalmente de
una conferencia de Sir Laurence Gardner, traducida por Carlos Estrada
y Ana Indriago:
“En
tiempos antiguos, la palabra hebrea prevaleciente para Señor era
Adón,
mientras que el aparente nombre personal de Jehová no se utilizó en
absoluto. Venía de la raíz hebrea original YHWH
(Yahweh),
que significaba 'soy el que soy' - una declaración que se le
atribuye haber dicho Dios a Moisés en el monte Sinaí, centenares de
años después de la época de Abraham. Sin embargo, la Biblia
también aclara que el Dios de Abraham, fue llamado realmente El
Shaddai,
que significa Montaña
Alta.”
“Jehová,
por lo tanto, no era en absoluto un nombre. Los primeros textos se
refieren simplemente a El Shaddai y a su contraparte Adón. Los
cananeos llamaron a estos Dioses El
Elyon
y Baal,
significando exactamente lo mismo: Montaña Alta y Señor. En las
Biblia modernas, las definiciones Dios y el Señor son utilizadas y
entremezcladas como si se refirieran al mismo personaje de Jehová,
pero originalmente no era así. Uno era un dios vengativo (un
aniquilador de personas), y el otro era un Dios social
(un benefactor de personas)
Adicionalmente, en contraste con las enseñanzas de la Biblia, varias
tradiciones relatan que estos Dioses, ambos tenían padres, esposas,
hijos e hijas.”
Y nos encontramos con una nueva pieza en el
tema de la circuncisión. La narración bíblica se contradice en
este punto, por un lado remonta esta práctica a la época de los
patriarcas, y por otra nos cuenta cómo Dios descarga su ira contra
Moisés por descuidar tal práctica.
Heródoto nos informa de que la costumbre de
la circuncisión existía en Egipto desde la más remota antigüedad,
y así lo prueba el examen de numerosas momias.
Si Moisés era egipcio, bien pudo instituir
la práctica entre su nuevo pueblo.
Si Moisés era un egipcio de alta cuna, si
su familia profesaba el nuevo culto a Aton, bien pudo sentir como
naufragaban todas sus ansias de poder con la caída de Akenaton, y
hallar en un pueblo descontento la solución a sus ansias de gobernar
un imperio.
El Éxodo de Egipto debió producirse entre
el 1.358 y 1.350 A.E., es decir, después de la muerte de Akenaton.
Según otros autores, la fecha del Éxodo es el 1.300.
Lo único que podemos afirmar con certeza es
que en 1.215 el pueblo hebreo ya estaba instalado en su nuevo
territorio, pues se ha hallado una estela egipcia que celebra una
victoria contra Israel (estela Menerphat). Y no olvidemos que
estuvieron 40 años vagando por el desierto tras salir de Egipto, y
antes de llegar a la tierra prometida, donde tuvieron que guerrear
para expulsar a los pueblos que allí habitaban.
Siempre me sorprendió al leer la Biblia, la
gran longevidad de Moisés; hay serios indicios de que pudo haber no
un Moisés, sino dos, pero esa es otra historia...
Volviendo a nuestro personaje, confieso que
siempre he tenido una corazonada: ¿ y si nuestro faraón no murió?
Si fue depuesto por una revuelta y tuvo que huir con sus seguidores
¿no pudo cambiarse de nuevo el nombre? ¿no pudo encontrar en un
pueblo hambriento de libertad la materia prima que necesitaba para
rehacer sus planes?
Moisés-Akenaton, sin duda un gran líder
religioso... con un triste final. Su religión era demasiado mística
para un pueblo de pastores que nunca le entendió y que sólo le
siguió políticamente. Han de aparecer otros personajes y tribus (
Jetro entre ellos y el segundo Moisés) para que Yavhe entre en
escena y se olvide para siempre el culto a Aton. Pero esa es otra
historia.
Imagino que os habrá sorprendido el anuncio
de dos personajes con el nombre de Moisés;
Veréis, hay
demasiadas dualidades en la historia judía: dos pueblos que se
funden para formar una nación ( el pueblo del Éxodo y los
habitantes de Palestina, Sinaí y ciertas regiones de Arabia: los
Habbiru, palabra de la que procede el término hebreo), dos reinos en
los que se desmembra esta nación, dos nombres divinos en las
fuentes de la Biblia, y dos fundadores de religiones denominados con
el mismo nombre para tratar de fundir lo infundible.
El dios de los judíos
les dijo, a través de Moisés, que eran el pueblo elegido; pero no
dijo para qué. De momento, y tras la partida de Egipto, la Biblia
nos los muestra vagando por el desierto durante 40 años y
acampados junto al monte Sinaí, donde su dios entrega a Moisés las
tablas de la ley, y le ordena construir el arca según indicaciones
muy precisas.
En breve viajaremos
al Sinaí entre truenos y humo, veremos cómo narra la Biblia ese
episodio, es un sorprendente relato que espero que os maraville
tanto como a mí.
Y veremos también
cómo hay dos montañas...